jueves, 13 de septiembre de 2007

EL SÉPTIMO COMENSAL


Composición en Gris y Negro: Retrato de la Madre del Artista 1871 Museo de Orsay - París

En el centro de la mesa, sobre el mantel dejó la rama de acebo tan valiosa como escasa en estas fechas. Sólo tres bolitas rojas deshacían el verde monótono de aquel trozo de arbusto con espinas en su margen.
Repartió los siete cubiertos, intercalados con los platos blancos y llanos de la vajilla heredada de la abuela. Meticulosamente, doblaba cada una de las servilletas colocándolas con sumo cuidado al lado de cada servicio. Las copas. La de vino, la de agua, la de champán. Las alineaba una y otra vez. No cuadraban con las de enfrente... Volvía a alinearlas.
Se alejó un poco para comprobar mejor la disposición de la mesa. Señalando con el dedo índice, contaba los platos una y otra vez. No parecía estar muy de acuerdo, pero dio por finalizada la tarea. Fue entonces cuando noté sus ojos brillantes y un poco enrojecidos. Esta visión me produjo tanta ternura… ¡Como me hubiera gustado poder abrazarla!
Durante la cena, no dejó de mirar aquel plato, que ante la silla vacía desde hacía tres años, permanecía sin contenido. El que se negaba a retirar. El que el resto de la familia, a regañadientes, toleraba que siguiese esperando a ” ese alguien” que ya no podría utilizarlo nunca más. Hecho que ella se negaba a asumir.
Ahí están todos. Cuesta engullir la cena, los silencios se hacen largos, las miradas esquivas y torpes.
Cree que yo puedo sentarme a la mesa el día de Nochebuena.
Yo vuelvo. Aunque la única que lo percibe es ella.
Mª Ángeles Novales

2 comentarios:

mikinoria dijo...

Enhorabuena M.Angeles por la sencillez del relato y tu habilidad para conmover al lector.

Taller de Literatura dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.